05 diciembre 2010

Yes y una noche para no olvidar jamás

De Yes  conocía poco. Sabía que eran un grupo histórico del rock y que era los dueños de Owner of a lonely heart, esa canción irreverente que ha sido reversionada hasta el cansancio. Pero tener la posibilidad de verlos tan cerca de mi casa ha sido un verdadero lujo y algo que no voy a olvidar nunca.

Llegar a verlos con las expectativas altas, pero sin poder adelantarme mucho a lo que iba a ver fue la mejor antesala que podría haberme planteado. Desde que aparecieron en escena y durante dos horas esos monstruos del rock progresivo fueron majestuosos. Las canciones se fueron expandiendo por el Bustelo y creando un ambiente de leyenda, de historia y de buen rock.

El bajo de Chris Squire es perfecto y su carisma arriba del escenario un plus magnífio. Steve Howe es uno de los mejores guitarristas que me tocó escuchar y un verdadero amante de la música, tanto así que cuando se rompió un generador y hubo que detener el show, el músico cazó su acústica y le regaló a los mendocinos una clase magistral de sus habilidades.

Benoit David tiene una voz muy a lo Anderson que encanja perfectamente en el grupo, cosa de cerrar los ojos y pretender que el cantante original verdaderamente estaba en el Bustelo. Y ni hablar del baterista Alan White, quien tocó un solo que dejó a los 1.500 presentes de pie y aplaudiéndolo a lo loco. Oliver Wakeman (hijo del miembro original de Yes, Rick) también le da algo de grandioso al lineup al ocupar el lugar de su padre.

La sucesión de éxitos fue única. Dos horas de canciones largas, ochentosas y perfectamente reproducidas por el quintento. Roundabout, Moon for a day y Astral traveler fueron algunos de los clásicos que regalaron y que seguirán sonando en las cabezas de los afortunados que presenciaron el paso de Yes por nuestra casa...

Por: Selva Florencia Manzur.

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