10 agosto 2008

Entrevista a Fernando Sepúlveda, un pintor que vive en la búqueda...

El pintor y dibujante chileno vive y expone sus obras en la provincia desde hace más de tres décadas. Asegura que el contacto con referentes locales de distintas generaciones nutrió y mejoró su visión del arte. Acaba de exponer en el ECA, dentro de poco estará en el MMAMM y adelantó que en 2009 expondrá, por primera vez, en su país natal.

Fernando Sepúlveda es un artista plástico nacido en Chile, pero mendocino por adopción, que desde hace más de treinta años plasma sensaciones y motivaciones de las formas más variadas. En una primera etapa lo hizo sumergiéndose en una visión muy propia del ser humano para luego representar lo abstracto de forma viva y llamativa.

En su país natal pasó por la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar y en Mendoza se consolidó de la mano del maestro Eduardo Tejón, con quien aprendió nuevas formas de ver y de moldear la realidad que se crea sobre el papel o la tela.

En su prolífera carrera de dibujante y pintor ha realizado más de 50 exposiciones colectivas y trece individuales, consiguiendo en más de una ocasión trascender las fronteras de la provincia y exponer sus obras en Buenos Aires, San Juan, La Pampa y San Luis.

Las distinciones tampoco se han hecho esperar dado que en 1993 recibió la Primera Mención del Salón Vendimia en pintura, un año más tarde la Primera Mención en pintura del Salón de Ciencias Económicas y en 2002 la Primera Mención en dibujo del Salón Vendimia. Casi a la par de todos sus logros en el ámbito artístico tiene una exitosa carrera como diseñador gráfico que ahora ejerce en la productora local Plan V.
Si bien sus capacidades son notables tanto en dibujo como en pintura, Sepúlveda se reconoce como un pintor profundo y siempre en la búsqueda, ese camino que todos los artistas transitan, pero que él admite lo ha llevado a estar, como nunca, satisfecho frente a sus logros.

Su última muestra, que tuvo lugar en julio en el Espacio Contemporáneo de Arte, lo encontró canalizando las formas más intransigentes de caos –el suyo propio y el del resto del mundo- con colores y provocaciones estimulantes para los sentidos.

En diálogo con +Cultura, Sepúlveda habla sobre la evolución de su arte, las nuevas formas de expresión inducidas por la tecnología y de la muestra que realizará antes de fin de año en el Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza. Además, adelantó que para 2009 planea lo que será su primera exposición en Chile y una muestra en la Bodega Zuccardi.
Caos IV (monocopia sobre tela, 2006

- ¿Cómo y cuándo empezaste a pintar?
- Fue bastante azaroso, pero creo que hubo algo vocacional, casi como lo hace cualquier niño. En la secundaria siempre estaba dibujando y no era lo que se dice un buen alumno. En el curso al que yo iba también había un chico que dibujaba y que luego se hizo pintor, pero en Holanda, Fernando Langue se llama. Él fue a rendir a la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar como para darle un marco más institucional a eso que nos gustaba. Cuando rindió bien me instó a que fuera, yo dudaba porque pensaba que para rendir había que saber dibujar muy bien y yo no creía que pudiera, pero me convenció. Me pasó unas hojas, un lápiz y fui. Llegué al Palacio de Bellas Artes, que se me presentó como un mundo organizado y serio, y quedé fascinado.

- Fue entonces que tuviste que irte de Chile…
- Sí, fue bastante sorpresivo y violento el cambio porque mi padre había sido fundador de un gremio y mi hermana y yo militábamos políticamente. Éramos partidarios del gobierno de Salvador Allende y cuando sobrevino el golpe yo incluso estuve detenido y al reencontrarnos toda la familia decidimos que teníamos que irnos porque corríamos peligro y lo más cerca que teníamos era Mendoza.

- Una vez aquí, experimentaste una suerte de reencuentro con la pintura...
- Sí, pasaron varios años hasta que volví tranquilo a encontrarme con esa inquietud, con la idea de continuar en el tema de la plástica y preguntando por ahí llegué al taller de Eduardo Tejón. Allí volví a empezar, asistí tres años y a partir de eso me fui encontrando con otra gente que pintaba, algo que me ayudó a afianzarme en ese ámbito y en lo que hacía. Tuve una etapa que quedó, por decir de algún modo, rota en Chile y en Mendoza me reencontré con la pintura y no la dejé más.

- ¿Qué enseñanzas son las que más recordás de esos años como alumno de Eduardo Tejón?
- Bueno, yo quería pintar como él. Al principio a mí me costaba muchísimo entender cómo él quería que yo mirara las cosas, cómo hacer una pintura, un dibujo o sobre cómo observarla. Al comienzo me parecía raro lo que me decía, pero ahora, habiendo transcurrido veinte años entiendo que él tenía una idea muy especial de cómo concebir el arte. Lo recuerdo como algo muy interesante, creo que tuve la suerte de caer ahí y adquirir una mirada sobre el quehacer plástico, encontrar precisamente lo que yo estaba buscando. Siempre me insistía en afianzar los rudimentos técnicos, pero siempre en una actitud de exploración de las cosas, buscándole la vuelta. Y eso a mí siempre me ha gustado. Hay pintores que son más concretos, cuyo arte depende de cómo ven la vida o las cosas. Creo que pertenezco a los pintores que siempre estamos buscando algo, digamos, casi que mi arte es siempre una búsqueda. Soy de los que pareciera que no consolidan nada de forma inmediata, pero cuando ves el trabajo completo te das cuenta de que sí, pero que es algo más aleatorio. Es como un proceso más largo en el tiempo, pero también efectivo. Creo que se debe a que mi personalidad es así en la plástica y en la vida real también y en el taller del Eduardo yo encontré eso, el cómo poder canalizar ese tipo de miradas.

- A medida que fuiste contactándote con otros artistas de la época, ¿cómo se vio afectada tu obra?
- Creo que se sintió más cuando me fui a vivir a un taller que se llamaba La Escalera donde estaban, entre otros, Bernardo Rodríguez, Ricardo Costa y Susana Dragotta. De alguna manera, en ese momento, aprendí a ejercer el oficio de la plástica mirándolos a ellos, si bien el taller me había servido bastante no era todo. Ese grupo de gente había alquilado un hotel y estaban viviendo todos juntos, luego también me mudé yo, y me sirvió porque todos tenían formas de trabajo plástico muy distintas y eso me permitió ver muchas alternativas de trabajo. Luego, con el paso del tiempo he frecuentado distintos grupos, aún aquellos de diferentes generaciones, y he aprendido a mirar lo que no hago y lo que, tal vez, nunca voy a poder hacer.

- A la hora pintar, ¿pensás o te proponés temas específicos?
- En el desarrollo de las muestras o en algunas épocas de trabajo he tenido una dirección, pero creo que siempre se me ha impuesto más a mí el tema que lo que yo he salido a buscarlo, temas que, a la larga, había tenido una imperiosa necesidad de trabajar y fueron saliendo. De todas formas siempre hay alguna noción sobre lo que quiero trabajar, aunque, no necesariamente después termine elaborando ese plan.

- Hace poco expusiste junto a Egar Murillo y Juan Castillo en el Espacio Contemporáneo de Arte, ¿cómo surgieron las obras que allí mostraste?
- Esas obras las empecé a trabajar a principio de año y quise, desde el inicio, que estuviera presente la sensación de caos. De algo muy caótico, muchas imágenes disputándose el primer plano con igual importancia. Esa idea surgió por dos cosas fundamentales, una que yo soy muy caótico y también porque en otras muestras de pintura siempre había tratado de sofocar esta impronta y había querido hacer un trabajo técnicamente limpio. Conversando con un amigo músico me dijo que hiciera todo lo contrario. Y, de algún modo, le hice caso y trabajando sobre el defecto es donde logré mejores resultados. Además, creo que el mundo cotidiano y la vida es un caos.
- Es decir que en esta última muestra evolucionaste bastante…
- Sí, es como si me hubiera puesto una antena de muy buena recepción para ver en la realidad lo que es caos y eso sintoniza muy bien conmigo. Esta muestra es una de las que más conforme me ha dejado por estos resultados, creo que la tenía hace como cinco años en la cabeza. Varios de los cuadros que estaban ahí en la muestra me han dejado muy satisfecho porque muestran mi mirada de las cosas, desde mi punto de vista y como soy yo.
- Teniendo esto en cuenta y que hace unos 25 años que exponés en Mendoza, ¿cómo notás que ha ido evolucionando tu obra?
- Hace unos días estuve mirando unos dibujos viejos, de la primera etapa, y noté una evolución en las técnicas y recursos y vi que había un camino recorrido, pero a la vez pensé que era el mismo dibujo. Es decir, como si fuera un largo y grande trabajo que me ha acompañado y que tiene el mismo espíritu, con un mismo hilo conductor. Al menos con respecto a la pintura.

- ¿Te gusta más, la pintura o el dibujo?
- Son dos cosas diferentes, el dibujo no es que sea más fácil pero sólo necesitás un lápiz, un papel y cualquiera puede hacerlo. Pintar, por otro lado, para mí es más serio, será porque yo me hago cargo de todo lo que es la tradición de la pintura, por los materiales y el ambiente donde uno lo hace. En mí caso, la pintura es algo más profundo, más elaborado.

- ¿Te intriga saber que opina el espectador de tus obras?
- Sí, me da una intriga terrible, pero a la vez también sé que es imposible saber qué le pasa cuando la ve. Eso habla de la capacidad que uno tiene para encontrar en su trabajo algo más de lo que uno concibió. Por lo general, la gente ve cosas que yo jamás me hubiese imaginado o prefieren aquellos trabajos que estuve a punto de no incluir. Lo que te hace pensar también en el proceso de selección de las obras y en su importancia.

- ¿Para vos existe la inspiración?
- Bueno, la inspiración te agarra trabajando, cuando uno pasa horas en el taller entra como en trance porque empieza a ver exactamente adónde quiere ir y es más probable que logre mejores resultados que cuando recién empieza. En este aspecto, no sé si se le puede llamar inspiración, sí tal vez concentración.

- ¿Has pensado en incursionar en otros ámbitos del arte?
- Sí, para una muestra próxima que tengo en el Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza estoy pensando seriamente en no presentar pintura sino hacer algo más cercano a la instalación, a la fotografía y a los textos. La idea surgió porque tengo guardados casi todos los mensajes de texto que me han llegado desde que me compré un celular y si uno los lee de corrido pasan a ser como fragmentos de espejos rotos que por sí solos no te pueden dar nada, pero si los juntás te permiten adivinar la vida de la persona a la que le llegan. La idea sería presentar estos textos y fotografías, es decir, cosas que ya van a exceder el mundo de la plástica. Quiero hacer trabajos que soporten la mirada externa y que, si están bien realizados, pueden generar algo en quien los vea, casi tanto como una pintura.

- Lo que mencionás se ha visto en muchos artistas que hoy optan por usar fotografías e incluso tratarlas digitalmente antes de comenzar el proceso artístico. ¿Qué opinión te genera esta tendencia?

- La tecnología está ofreciendo una mirada de la realidad que uno no se imaginaba antes, la cámara digital o el celular no te dicen nada, pero sí es interesante ver qué cosa generan los celulares y los mensajes de texto, por ejemplo. Como el óleo mismo, que solo no te dice nada, las máquinas no te dicen nada. A la hora de presentar un trabajo estoy esperando que tenga vida propia y hable de determinadas cosas por sí mismo, más allá de las técnicas o de los modelos que uno haya tomado. Yo he copiado fotos para ilustrar, pero la foto en sí misma no te da el valor agregado, veo en esa foto lo que me interesa interpretar y lo que tiene peso. Pero sí, es una técnica que se está usando mucho ahora, pero yo prefiero ver primero el trabajo listo y después saber qué técnicas o tecnologías se usaron. Que exista tanta tecnología es como una tentación, tal vez cuando esta sobrexposición pase seguramente van a quedar muy buenos trabajos y va a tener un sentido que hayan surgido.

Autor: Selva Florencia Manzur
Publicado en + Cultura de MDZ

29 junio 2008

Juan Castillo tiene 29 años y ganó el Salón Regional de Artes Visuales Vendimia 2008 por una obra que a simple vista deja claro que como artista, él es diferente. Aunque por momentos extraña, su obra se destaca por el sentimiento y el protagonismo del color.

Como artista, Castillo permite que sus obras surjan y reflejen universos imposibles pero hipnotizantes a la vez haciendo uso del aspecto mágico y atractivo de los colores electrizantes y las imágenes poderosas.

Ya sea a través del realismo o del surrealismo sus creaciones -aunque sobre temáticas extravagantes, como en Híbridos donde hombre y animal se unen para crear algo más que librado a la imaginación- siempre se abren a las múltiples interpretaciones que el espectador quiera darles.

Como buen pintor contemporáneo se muestra curioso por el abanico de posibilidades que brinda hoy el experimentar con la fotografía digital para, luego de captar el momento imaginado, concebir la obra como arte, como creación de Juan Castillo.

Su obra ha sido expuesta en Uruguay y España; ha realizado seis muestras individuales y ha participado en más de treinta colectivas. En diálogo con +Cultura, Castillo relata cómo llega a ser un pintor realista y cuánto tuvo que ver en su elección el estudio del color, al tiempo que anticipa una próxima muestra que

- ¿Desde cuándo te gusta la pintura?
- Desde chico me gusta. En la secundaria me entusiasmé mucho más y le ponían mucho enfoque en la hora de plástica, aunque siempre creí que iba a ser abogado, incluso cursé un año de esa carrera y me di cuenta de que me había pasado todo el año dibujando.

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Pensamiento híbrido . Acrílico sobre tela.
- Elegiste estudiar en la Universidad Nacional de Cuyo, ¿qué es lo que más rescatás de la carrera?
- La carrera está buenísima, lo que está bueno es estudiar Historia del arte, pero rescato principalmente los conocimientos de composición, de dibujo. Me sirvió mucho y aproveché sobre todo el contacto con otros artistas, lo cual ha sido súper importante.

- Sos un pintor realista, ¿cómo llegás a sumergirte en esta corriente?
- Tiene que ver con un proceso. Siempre fui un pintor figurativo y tuve una etapa más surrealista y muy pura a nivel color. Creo que ir investigando el color, ir probando y usar colores cuaternarios y descubrir el color realista, lo cual es fundamental para la técnica, fue lo principal. Pero llegó solo, no me lo planteé como meta, simplemente se empezó a dar, cuando vi que funcionaba me copé con el realismo.

- En tus pinturas es frecuente la aparición de animales y niños…
- Sí, son temas recurrentes. La presencia de los animales se da espontáneamente creo, pero también está ligado a que tienen algo muy puro e infantil de alguna forma y eso me atrae. Pero también tiene mucho que ver que yo saco muchas fotos y pinto a partir de eso, a veces tomo fotos con una idea específica y a veces uso fotos que he sacado en situaciones cotidianas. Y los niños surgen porque tengo muchos sobrinos por lo que son algo común en mi vida.

- ¿Creés que el realismo se ha explorado de forma profunda en Mendoza?
- No, definitivamente no porque tiene mucho que ver con el ahora, creo que está relacionado con superar el tabú de la fotografía. En Mendoza hay una tradición muy fuerte del dibujo muy academicista y el realismo actual está muy ligado a la fotografía, con todo el tema de elaborarla y trabajarla sin el prejuicio de tener que dibujar algo tan perfecto como si fuera Miguel Ángel, algo que ni siquiera él hizo.

- Tus obras se dividen muy marcadamente en dos estilos, en unas hay luz absoluta y en otras una marcada diversidad de sombras. ¿Esto lo decidís antes del inicio de una serie de obras?
- Sï, en realidad depende de qué esté haciendo en ese momento. Ahora por ejemplo, me estoy tomando una licencia y trabajo en obras que no son totalmente realistas o en las que hay un plano puro de color. En este momento, estoy en una etapa muy digital que tiene que ver con el realismo y, en particular, la idea de mezclar el fondo de color dentro de la figura, en el cabello o en una parte del cuerpo.

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La mascota. Acrílico sobre tela.
- Por lo que se ve en tus obras tenés mucha imaginación…
- Bueno, depende porque por ahí la imaginación va en unir parte realistas como un hombre con cabeza de perro, esa serie se llama Híbridos y es algo que me encanta, también estoy trabajando en eso.

- Fuiste el ganador de la sección pintura del Salón Vendimia 2008 con una obra muy particular, La mascota. ¿Cómo la definirías?
- Creo que es una síntesis de varios temas, viene a cerrar un proceso porque reúne la figura del niño, del híbrido y del desnudo. Es un resumen importante de varios temas que he tratado. También me atrajo la idea de animarme a hacer un fondo verde sin horizonte donde las figuras están como en el aire. En realidad, esa pintura estaba destinada a una muestra para el Espacio Contemporáneo de Arte, pero la empecé muy tarde y quedó. Fue una suerte. 


- Fuiste alumno de Alberto Musso, ¿qué enseñanzas o técnicas rescatás de él?
- En realidad hay que tener en cuenta que es difícil la convivencia en un taller de arte, se genera siempre una tensión con los profesores. Creo que él me ayudó a nivel compositivo y conceptual, no tanto sobre cómo pintar una obra sino que me hacía pensarla. No era muy fanático del surrealismo, si bien el me premió en un salón como jurado, él creía que el surrealismo estaba muy hecho ya, de todos modos, yo no me considero un pintor surrealista. Yo por ahí me ponía muy reiterativo con los temas autorreferenciales y él me decía. “Usted pinte Castillo, no piense tanto, pinte, pinte”.

- Dijiste que no te sentís muy surrealista, ¿qué tipo de pintor te considerás?
- No sé… Yo me animo a decir que hay algo de realismo mágico en mi obra, evidentemente aparecen elementos maravillosos, de esa categoría estética, como algo anormal que dentro de la obra vive como algo normal. Creo que tiene que ver con un realismo mágico, más que con el surrealismo que tiene más que ver con lo onírico que no es mucho lo mío. Paralelamente, me interesa mucho lo digital, donde hay todo un proceso digital previo a empezar la obra y eso me gusta.

- ¿Tienen un mensaje tus pinturas?
- Sí, siempre tienen un mensaje las pinturas, malos o buenos, aburridos o interesantes siempre tienen. Lo que yo busco es que al espectador le genere algo, no necesariamente una idea concreta, pero que a partir de la obra la persona pueda hacer una devolución o preguntarse algo.

- ¿Creés que la pintura siempre tiene que tener un fin de belleza?
- No, no necesariamente tiene que ser bello, puede ser muy bello, pero no necesariamente, se puede hacer arte con objetos cotidianos, que sean poco atractivos.

- Pertenecés a la misma generación de Lucía Coria, Andrián Mazzieri, Osvaldo Chiavazza y Carlos Escoriza, entre otros. ¿Creés que hay algo en común que une el arte de todos?
- Creo que somos todos muy distintos, venimos de formaciones distintas, como ser la Universidad Nacional de Cuyo o la Escuela de Bellas Artes. Muchos están más tirados a lo gráfico, al dibujo y otros muchos más a lo conceptual. No sé si hay un punto en común a todos, creo que sí compartimos una nueva visión sobre la obra en sí. El artista acá en Mendoza se percató de que su obra vale y de que se puede vender, de alguna forma la conciencia del mercado se ha vuelto más real.

- Entonces, ¿creés que el mercado de arte en Mendoza está creciendo?
- Como te digo, lo que cambió es la mente del artista. Ahora decimos “mi obra es algo que se puede comercializar, puedo vivir de esto”. Tal vez, en las generaciones anteriores se veía mal pensar la obra como un producto a la venta, esto no tiene porque hacerlo algo comercial.

- El pasado fin de semana participaste de “Trasnoche sin cortes”, que organizó el Cultural Victoria. ¿Cómo viviste la experiencia?
- Buenísimo, estuvo muy bueno. Se da una cuestión muy interesante entre los pintores, está bueno que el artista se anime a que lo vean pintar. La situación es muy divertida y lo disfrutamos mucho, además hicimos una intervención pintando una garita con esténcil y estuvo bueno porque fue bien colectivo, cada uno llevó su esténcil y quedó muy bien, muy variada.

- Tenés un marchand, Daniel Rueda. ¿En qué influyó su participación para la difusión de tus trabajos?
- Principalmente en la conciencia de pensar la obra como algo que la gente consume, además él se interesó en mi obra y la expuso. Por parte de él vino también la invitación a eventos donde hay gente importante, de trayectoria, y eso me sirvió mucho.

- ¿Cómo llegás a exponer afuera?
- Principalmente por el contacto con Rueda porque pude exponer en España por un contacto que él tenía y después me relacionó con una galería con la que él trabajó en Punta del Este y con la que yo sigo en relación. Y después también tuvo que ver con conectarme con gente y así poder mandar obras a salones, hacer una muestra en Buenos Aires, hay que estar conectado con el medio.


Autor: Selva Florencia Manzur
Publicado en +Cultura

10 marzo 2008

Alfredo Ceverino o la traducción del cielo

Foto: S. Florencia Manzur
El arte en su sentido más cultural es “la actividad espiritual por cuyo intermedio el hombre crea obras con un fin de belleza”. Teniendo esto en mente, no hay mejor término para definir a Alfredo Ceverino que el de artista.



Sin meditarlo, es capaz de esgrimir con su pincel figuras humanas que se ven y se sienten tan reales como quien las observa. Dueño de los colores más atractivos, hace de cualquiera de sus cuadros sobre músicos, actrices de reparto o pájaros en libertad una experiencia que indefectiblemente llama a la alegría y a la satisfacción ante la efervescente tela.

Parece increíble, pero al ingresar en su taller el color no abunda más que en las obras en proceso que yacen esporádicas aquí y allá con un orden que sólo su creador puede comprender. Allí, conviven las obras de su hijo, su música y el mate, con lo más importante, sus secretos.

Ceverino puede asegurar hasta el cansancio que el sólo es un “intermediario”, pero lo cierto es que a pesar de someterlo a cuanta pregunta se quiera o de dedicarle un libro entero a su obra, sólo él y su pincel conocen del romance secreto y caprichoso que se sucede cuando cierra la puerta, se sienta en su banqueta y es víctima del encuentro con el lienzo virgen.

Alfredo Ceverino nació en Mendoza, Las Heras, en 1939 y aunque le costó descubrir que quería ser artista plástico, hoy ejerce su profesión con una trayectoria de más de 40 años y un amplio reconocimiento local e internacional.

Actualmente, la Art Service Galerie de París expone sus obras de forma permanente y sus obras se renuevan constantemente. Además, ha sido acreedor de diversos galardones provinciales y nacionales, y en 1987 fue el representante argentino de la 1° Bienal Internacional de Arte en Cuenca, Ecuador.

En diálogo con MDZ el pintor lasherino expresa algunos de sus pesares sobre la vida artística en la provincia, rememora sus años como estudiante en la particular década de los´60 y asegura, aunque sea difícil de creer, que lo que él hace es sólo “un oficio más”.

- ¿Cuál es el primer contacto que tuvo con las artes plásticas?
- Sucedió hace mucho tiempo, concretamente con la pintura llevo 40 años, pero antes estuve unos seis o siete años en la Academia Provincial de Bellas Artes, esas épocas están medio perdidas en el tiempo. Lo mío se despertó tardíamente, más o menos cuando tenía 20 años, aunque ya de chico tuve mucho contacto con lo manual porque estábamos acostumbrados a fabricar nuestros propios juegos, es algo muy argentino eso, ahí se me fueron desarrollando algunas capacidades para trabajar con las manos y de alguna manera me fui haciendo alfarero de chiquito. Hoy los chicos no tienen acceso a eso, está todo muy hecho, consumen y tiran, consumen y tira…

-¿Cómo recuerda esos años en la academia?
- La academia fue un útero maravilloso, pero lamentablemente después fue destruida. En ese lugar la reacción a cualquier hecho o acto era inmediata, era un momento político o cuasi político y antidemocrático muy particular en el que muchas instituciones era colaboracionistas y alguna gente también dentro de la academia lo era y eso hizo que se fuera destruyendo. Lo recuerdo como un lugar abierto donde vos ingresabas y sólo te pedían que fueras soñador, si traías sueños te decían: “Sí, adelante”.

- ¿Quiénes formaron parte de esa generación?
- Había mucha gente. Los que más recuerdo son a mis maestros como Cardona, de quien una de las pocas obras que se recuerda es el Cóndor que en cualquier momento lo van a pintar a lunares, depende del arquitecto. Seguro viene uno y lo pinta de verde manzana o verde agua. Otra gente que recuerdo mucho es, por ejemplo, a Eduardo Retamosa, a Juan José Gómez, a Laura Piquet, a Hernán Abal, había toda una corte de gente esperándonos para transferirnos la idea de la posta, para transferirnos ese amor por el oficio. Era muy raro que te fueras de ahí porque si te quedabas, era porque querías ser alguien y si no, te ibas yendo solito.

- ¿Reconocía en ese momento un común denominador a todos ellos?
- Sí, sin duda. Estamos hablando de la época de los ´60 en la que el movimiento mundial que estaba teniendo lugar repercutió mucho en Mendoza. Fue un momento increíble, acá había cinco boliches de artistas, eso de alguna manera ya te daba a entender que todos estábamos en la misma sintonía. En esa época se dieron fenómenos como el Nuevo Cancionero y muchos más…

- ¿Cómo surge su arte?
- Fijate que ya no se habla tanto de inspiración ni de musas. El hecho es que este es un oficio más, quizás más complejo porque uno debe responder a un requerimiento íntimo, por el cual tiene que trabajar y trabajar. Es por eso que uno siempre tiene que estar con el pincel en la mano para cuando surja la inspiración.

- Entonces, usted cree en la inspiración…
- En lo que yo creo es en que se habla mucho de “crear”, pero a mí no me termina de cerrar porque creador es Dios y si no creés en Dios, tenés que confiar en que hay algo superior a vos. Yo me considero un intermediario, entiendo que en esos momentos hay alguien que me está tirando un dato y que eso después se traslada al observador. Por eso, siempre hay que estar atento y con la muñeca tibia, no vaya a ser que venga el dato y uno esté paveando.

- ¿Los hechos cotidianos también lo inspiran?
- Sí, muchas veces estás afuera y ves nubes con formas esponjosas, sobre todo en estos días de lluvia. Yo creo mucho en el concepto del disparador, es como ese juego infantil de descubrir cosas, por ejemplo, en una mancha de humedad sin tener en cuenta ninguna idea en particular. Aunque no esté trabajando en mi taller, no puedo abstraerme de ver una forma que me guste y eso, quieras o no, se va almacenando en el “mate” y surge solito a la hora de pintar.

- Alguna vez se inspiró en poemas de Nicolás Guillén. Ultimamente, ¿se ha inspirado por la ficción?
- La música es una buena fuente, pero también están los libros. Raúl González Tuñón decía: “En Mendoza los niños cantan al escuchar el ruido de las acequias”. Un tipo que te larga eso ya te conmueve y te genera cosas propias sobre el valor de las cosas sencillas y cotidianas, por ejemplo, si yo vengo y pinto un mate puede tener una connotación social increíble y eso que hemos partido de un hecho cotidiano y sencillo. (Jorge Luis) Borges también te provoca eso, no es que vayamos a hacer una ilustración de Borges, si no que lo que te propone él como autor es buscar dentro tuyo o por lo menos aceptar todas las ideas, como la de un caballo verde. Es decir, un mundo más abierto y menos acotado… Es un juego.
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El sueño de Barquina. Baile en Los dos chinos.



- ¿Qué viene primero, el color o el dibujo?
- Yo no trabajo con ideas previas sino que todo comienza con una mancha libre y en tanto me interese y estimule mi imaginación va a servir de detonante o disparador de algo. Si es eso y lo entendí bien, la obra se va manteniendo, si al otro día la obra se cayó o no la continué, evidentemente, el mensaje no lo entendí.

- Hay obras que le ha llevado mucho tiempo de terminar, algunas hasta dos años. ¿Cómo mantiene un compromiso tan largo con la obra?
- Es que están ahí… Mirá, allá al final (señala hacia el fondo del taller) en el caballete hay precisamente una que hace tiempo que empecé, evidentemente me puse a abrir la boca y se me fue, pero está ahí, esperando otra chance, todos nos merecemos otra chance.

- En el último tiempo ha utilizado mucho el collage, ¿cómo elige qué técnicas y cuándo emplearlas?
- Necesito ir cambiando de materiales, a mí lo táctil me motiva muchísimo, hace poco estuve trabajando en relieve a propósito de que me habían pedido que interviniera en unas barricas para una subasta y estuve trabajando en unas figuras en bajo relieve. Después de eso, al volver a la tela siento que me hace falta salir de eso que es están liso y ahí es donde interviene el collage, para trabajar con elementos que me estimulen más lo táctil, pero siempre ha sido pintura y dibujo, a veces con acuarelas también.

- Usted ha sido docente, ¿qué es lo que más le llama la atención de las nuevas generaciones de artistas?
- Fui docente durante muchos años en la misma academia de la que egresé y vi una fuerte inquietud en los chicos que me pareció muy interesante, pero veo que hay una desorientación importante, hay un cierto paternalismo que busca sacarlos de esas profesiones y llevarlos a otras.

- Se va a presentar un libro sobre su obra, ¿cómo surgió ese proyecto?
- La idea la tuvo Adela Díaz López, quien es profesora de Historia del Arte y quien se ha preocupado por escribir libros de artistas locales y desde hace años se dedica a eso. En fin, esta vez me tocó a mí y se iba a presentar el 28 de febrero, pero se suspendió, creo que este mes se va a concretar. En el libro hay reproducciones de obras mías de los ´70 y de los ´80, también una parte biográfica y una de análisis de las obras, por lo que es bastante interesante.

- ¿Con qué problemas se enfrentan los artistas locales?
- El problema con los artistas de Mendoza es que Dios está en Buenos Aires, eso lo hemos comprobado hace tiempo. Entonces, todo lo que está en Buenos Aires es nacional y todo lo que esté en la provincia es provincial. Por eso, cuando vienen los medios de comunicación y hablan de artistas nacionales, siempre dicen “pero también están los artistas mendocinos…” y no es así. ¿Qué tienen los de la Capital Federal que nosotros no? En Europa a mí jamás me preguntaron “¿por qué no estás en Buenos Aires?” o “¿por qué estás en Las Heras?”.

- ¿En qué está trabajando actualmente?
- En varias cosas, esto que ves acá es Un hombre alado, una paloma blanca y una nube de oro, así se llama. Al mismo tiempo también trabajo con una pintura grande que es de varios metros y que retomo de vez en cuando.

- ¿Visita muestras de otros artistas?
- Sí, siempre, pasa que no en el momento en que se inauguran. No en ese encuentro social que es la inauguración, porque pasa a ser un evento social, están ahí hablando animadamente y dándole la espalda a los cuadros. Por ahí está bueno para hacer un poquito de face , un toquecito de frivolidad no le falta a nadie.

- Si no pintara, ¿qué haría?
- Bueno, creo que me dejo para otra vida el ser bandoneonista, me hubiera gustado. También me acuerdo que cuando era chico quería ser bolsero, andar a caballo recogiendo y comprando cosas por la calle me parecía fascinante. No sería tratante de blancas ni “cafiso” porque me enamoraría enseguida… Por ahora soy pintor, la verdad me costó mucho darme cuenta de que tenía que ser pintor porque en principio iba de cosa en cosa.

Autor: Selva Florencia Manzur
Publicado en +Cultura de MDZ

03 febrero 2008

Entrevista a Patricia Sosa

Por Selva

Persona pluridisciplinaria si las hay, Patricia Sosa ha marcado con su potente voz la historia musical argentina de los últimos 25 años. Pasó por el rock, el pop y lo melódico, mezclando sonidos, imágenes, influencias y arte. Sosa traspasa por cuanto ámbito se le ocurra como un tornado cosechando éxitos en la forma de premios, reconocimiento y el infaltable alimento de cualquier artista, los aplausos.

A poco de editar “Lija y terciopelo”, su primer disco de estudio en cinco años, Patricia se muestra como una artista consagrada quien se propone constantemente “ser mejor”. Desde la clara evolución vocal conseguida en la primera canción del disco “Ya has visto” de la cantante italiana Mina, pasando por el primer corte de difusión -de carácter inspirador- “Hasta donde Dios me quiera llevar”, e incluso, el cover de Bonnie Rait “No puedo hacer que me ames”, demuestran que Patricia está en la flor de su carrera.

-Habiéndote consagrado en el mundo de la música tan joven y habiendo incursionado por tantos ámbitos como los son la televisión, el teatro, la escritura y tantos más, ¿seguís considerándote un músico primero que nada?

-Sí, yo cuando hago el balance de que es lo que soy primero digo que soy un músico, soy una cantante, mi relación más fuerte se da con la música.- Durante tu carrera has trabajo mucho en el perfeccionamiento de tu voz…-Me decidí a estudiar canto después de que grabáramos un disco en Ibiza, donde me porté muy mal, salíamos mucho y la voz no me funcionaba ni para atrás ni para adelante. ¡Era un desastre! En ese momento decidí que nunca más me iba a pasar eso y me interné con un maestro de canto y ahí empezó una obsesión por mejorar y crecer. Siempre digo que no hice clases de canto, hice la colimba. Fueron trabajos forzados los que hice, hasta el día de hoy sigo vocalizando todos los días porque me di cuenta que el estudio era fundamental porque conocí mi voz desde otro lugar y me gustó muchísimo.

-Has pasado por varios realities shows de música y hoy estás en “Cantando por un sueño”, ¿ves ese afán por el perfeccionamiento vocal en los jóvenes aspirantes?

En el caso de Operación Triunfo, donde ellos quieren ser cantantes, algunos me daban bolilla, a otros no les interesaba nada de lo que yo les decía y vos te dabas cuenta de quienes sólo querían ser famosos. Hay pibes a quienes les gusta el canto de verdad, de raíz y cantarían en un reality como en un pub. Hay otros, que si no les das un Luna Park lleno no les interesa. En cuanto a “Cantando…”, creo que ninguno quiere ser cantante, ponen la mejor voluntad y gala tras gala tratan de mejorar, pero no se lo a tomar tan a pecho…Es bastante sacrificado estudiar canto.

-¿Dónde te sentís más cómoda en el estudio de grabación o en el escenario?

-Nada es más cómodo que un escenario. El estudio de grabación es un laboratorio; tenés que ser muy frío, escuchar muy bien lo que grabaste, hacer 500 mil pasadas del mismo tema porque es el documento que vas a dejar. ¡Tiene que ser perfecto! Son diferentes energías, un escenario es el estado puro del artista y el público, sólo él y su alma con lo que sabe hacer y para lo que se entrenó por mucho tempo. Ahí no hay plagio, salís y cantás y si no servís, se nota.

-El primer corte de difusión de “Lija y terciopelo” es “Hasta donde Dios me quiera llevar”¿Cómo surgió esta canción? (Escuchar Audios)

-Empecé a escribir esto cuando había tenido un tropiezo de esos que te da la vida, pero gracias a Dios soy muy optimista y me había equivocado en algunas cosas y dije: “se que estuve mal, la culpa es mía ya lo se”. Los errores hay que asumirlos y me lo tomé así…Entonces me di cuenta que estaba plantada en un lugar tan privilegiado, tan cómoda que sola pensé: “Yo me largo a las manos de Dios y seguiré hasta donde me quiera llevar”.-

-¿Tenías algún objetivo antes de grabar el disco?

-No, pero a medida que grabábamos los demos, descubrimos que el común denominador era yo. Lo que llevaba adelante el disco era el sonido de mi voz y por eso se llama “Lija y terciopelo” porque puedo cantar rock and roll y baladas. Decidimos explotar mi caudal vocal al máximo.

-¿Hay alguien con quien te queden muchas ganas de trabajar?

-Mi sueño siempre fue grabar con Luis Miguel, pero me sacó el puesto Natalia Oreiro, ¿Qué te parece? (Risas)-

-¿Qué hiciste cuando te enteraste?

-Por poco me desmayo, estuve un día deprimida porque no me tocó a mí. Natalia Oreiro es preciosa y tiene la cintura mucho más chica que la mía. (Risas)

-Tenés un vínculo muy fuerte con la Web, actualizás tu página casi como un diario personal.¿Te sentís más cerca de tus fans así?

-Yo no quería saber nada con Internet hasta que conocí a Cecilia Alegro, quien maneja mi página. Ella fue quien me enseñó los beneficios de Internet, ahora tengo la costumbre de sacarle fotos al público y así interactuamos de un modo diferente. Yo les sacó fotos, ellos se buscan y después se comunican conmigo. Es un ida y vuelta permanente, contesto cualquier cantidad de e-mails por día y me encanta. Hace una semana que no tengo computadora ¡Y estoy desesperada!

- Se ha transformado en una nueva forma de expresarte…
-Sí, claro, me estoy convirtiendo en periodista de mi propia vida y está bueno. La página está completísima, vamos metiendo datos todos los días, es genial.

- Siendo que muchas legendarias bandas vuelven a los escenarios ¿Existe la posibilidad de que algún día vuelva La Torre?

-Muchas veces se habló de eso, pero yo no los vi más a los chicos, es más, ya no viven en Argentina. Hay dos en España, uno en México y otro en Paraguay, sería muy difícil porque no existe punto de conexión…No seguimos la relación, por más que tengo los mejores recuerdos de ellos.-Pero, ¿alguna vez lo has considerado?-Cabe la posibilidad de que yo haga un disco homenaje a La Torre…Donde participen los músicos de la banda que encuentre, los que se pueda. Eso lo hemos pensado, pasa que tengo muchos temas nuevos y a veces prefiero seguir con eso.