29 junio 2008

Juan Castillo tiene 29 años y ganó el Salón Regional de Artes Visuales Vendimia 2008 por una obra que a simple vista deja claro que como artista, él es diferente. Aunque por momentos extraña, su obra se destaca por el sentimiento y el protagonismo del color.

Como artista, Castillo permite que sus obras surjan y reflejen universos imposibles pero hipnotizantes a la vez haciendo uso del aspecto mágico y atractivo de los colores electrizantes y las imágenes poderosas.

Ya sea a través del realismo o del surrealismo sus creaciones -aunque sobre temáticas extravagantes, como en Híbridos donde hombre y animal se unen para crear algo más que librado a la imaginación- siempre se abren a las múltiples interpretaciones que el espectador quiera darles.

Como buen pintor contemporáneo se muestra curioso por el abanico de posibilidades que brinda hoy el experimentar con la fotografía digital para, luego de captar el momento imaginado, concebir la obra como arte, como creación de Juan Castillo.

Su obra ha sido expuesta en Uruguay y España; ha realizado seis muestras individuales y ha participado en más de treinta colectivas. En diálogo con +Cultura, Castillo relata cómo llega a ser un pintor realista y cuánto tuvo que ver en su elección el estudio del color, al tiempo que anticipa una próxima muestra que

- ¿Desde cuándo te gusta la pintura?
- Desde chico me gusta. En la secundaria me entusiasmé mucho más y le ponían mucho enfoque en la hora de plástica, aunque siempre creí que iba a ser abogado, incluso cursé un año de esa carrera y me di cuenta de que me había pasado todo el año dibujando.

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Pensamiento híbrido . Acrílico sobre tela.
- Elegiste estudiar en la Universidad Nacional de Cuyo, ¿qué es lo que más rescatás de la carrera?
- La carrera está buenísima, lo que está bueno es estudiar Historia del arte, pero rescato principalmente los conocimientos de composición, de dibujo. Me sirvió mucho y aproveché sobre todo el contacto con otros artistas, lo cual ha sido súper importante.

- Sos un pintor realista, ¿cómo llegás a sumergirte en esta corriente?
- Tiene que ver con un proceso. Siempre fui un pintor figurativo y tuve una etapa más surrealista y muy pura a nivel color. Creo que ir investigando el color, ir probando y usar colores cuaternarios y descubrir el color realista, lo cual es fundamental para la técnica, fue lo principal. Pero llegó solo, no me lo planteé como meta, simplemente se empezó a dar, cuando vi que funcionaba me copé con el realismo.

- En tus pinturas es frecuente la aparición de animales y niños…
- Sí, son temas recurrentes. La presencia de los animales se da espontáneamente creo, pero también está ligado a que tienen algo muy puro e infantil de alguna forma y eso me atrae. Pero también tiene mucho que ver que yo saco muchas fotos y pinto a partir de eso, a veces tomo fotos con una idea específica y a veces uso fotos que he sacado en situaciones cotidianas. Y los niños surgen porque tengo muchos sobrinos por lo que son algo común en mi vida.

- ¿Creés que el realismo se ha explorado de forma profunda en Mendoza?
- No, definitivamente no porque tiene mucho que ver con el ahora, creo que está relacionado con superar el tabú de la fotografía. En Mendoza hay una tradición muy fuerte del dibujo muy academicista y el realismo actual está muy ligado a la fotografía, con todo el tema de elaborarla y trabajarla sin el prejuicio de tener que dibujar algo tan perfecto como si fuera Miguel Ángel, algo que ni siquiera él hizo.

- Tus obras se dividen muy marcadamente en dos estilos, en unas hay luz absoluta y en otras una marcada diversidad de sombras. ¿Esto lo decidís antes del inicio de una serie de obras?
- Sï, en realidad depende de qué esté haciendo en ese momento. Ahora por ejemplo, me estoy tomando una licencia y trabajo en obras que no son totalmente realistas o en las que hay un plano puro de color. En este momento, estoy en una etapa muy digital que tiene que ver con el realismo y, en particular, la idea de mezclar el fondo de color dentro de la figura, en el cabello o en una parte del cuerpo.

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La mascota. Acrílico sobre tela.
- Por lo que se ve en tus obras tenés mucha imaginación…
- Bueno, depende porque por ahí la imaginación va en unir parte realistas como un hombre con cabeza de perro, esa serie se llama Híbridos y es algo que me encanta, también estoy trabajando en eso.

- Fuiste el ganador de la sección pintura del Salón Vendimia 2008 con una obra muy particular, La mascota. ¿Cómo la definirías?
- Creo que es una síntesis de varios temas, viene a cerrar un proceso porque reúne la figura del niño, del híbrido y del desnudo. Es un resumen importante de varios temas que he tratado. También me atrajo la idea de animarme a hacer un fondo verde sin horizonte donde las figuras están como en el aire. En realidad, esa pintura estaba destinada a una muestra para el Espacio Contemporáneo de Arte, pero la empecé muy tarde y quedó. Fue una suerte. 


- Fuiste alumno de Alberto Musso, ¿qué enseñanzas o técnicas rescatás de él?
- En realidad hay que tener en cuenta que es difícil la convivencia en un taller de arte, se genera siempre una tensión con los profesores. Creo que él me ayudó a nivel compositivo y conceptual, no tanto sobre cómo pintar una obra sino que me hacía pensarla. No era muy fanático del surrealismo, si bien el me premió en un salón como jurado, él creía que el surrealismo estaba muy hecho ya, de todos modos, yo no me considero un pintor surrealista. Yo por ahí me ponía muy reiterativo con los temas autorreferenciales y él me decía. “Usted pinte Castillo, no piense tanto, pinte, pinte”.

- Dijiste que no te sentís muy surrealista, ¿qué tipo de pintor te considerás?
- No sé… Yo me animo a decir que hay algo de realismo mágico en mi obra, evidentemente aparecen elementos maravillosos, de esa categoría estética, como algo anormal que dentro de la obra vive como algo normal. Creo que tiene que ver con un realismo mágico, más que con el surrealismo que tiene más que ver con lo onírico que no es mucho lo mío. Paralelamente, me interesa mucho lo digital, donde hay todo un proceso digital previo a empezar la obra y eso me gusta.

- ¿Tienen un mensaje tus pinturas?
- Sí, siempre tienen un mensaje las pinturas, malos o buenos, aburridos o interesantes siempre tienen. Lo que yo busco es que al espectador le genere algo, no necesariamente una idea concreta, pero que a partir de la obra la persona pueda hacer una devolución o preguntarse algo.

- ¿Creés que la pintura siempre tiene que tener un fin de belleza?
- No, no necesariamente tiene que ser bello, puede ser muy bello, pero no necesariamente, se puede hacer arte con objetos cotidianos, que sean poco atractivos.

- Pertenecés a la misma generación de Lucía Coria, Andrián Mazzieri, Osvaldo Chiavazza y Carlos Escoriza, entre otros. ¿Creés que hay algo en común que une el arte de todos?
- Creo que somos todos muy distintos, venimos de formaciones distintas, como ser la Universidad Nacional de Cuyo o la Escuela de Bellas Artes. Muchos están más tirados a lo gráfico, al dibujo y otros muchos más a lo conceptual. No sé si hay un punto en común a todos, creo que sí compartimos una nueva visión sobre la obra en sí. El artista acá en Mendoza se percató de que su obra vale y de que se puede vender, de alguna forma la conciencia del mercado se ha vuelto más real.

- Entonces, ¿creés que el mercado de arte en Mendoza está creciendo?
- Como te digo, lo que cambió es la mente del artista. Ahora decimos “mi obra es algo que se puede comercializar, puedo vivir de esto”. Tal vez, en las generaciones anteriores se veía mal pensar la obra como un producto a la venta, esto no tiene porque hacerlo algo comercial.

- El pasado fin de semana participaste de “Trasnoche sin cortes”, que organizó el Cultural Victoria. ¿Cómo viviste la experiencia?
- Buenísimo, estuvo muy bueno. Se da una cuestión muy interesante entre los pintores, está bueno que el artista se anime a que lo vean pintar. La situación es muy divertida y lo disfrutamos mucho, además hicimos una intervención pintando una garita con esténcil y estuvo bueno porque fue bien colectivo, cada uno llevó su esténcil y quedó muy bien, muy variada.

- Tenés un marchand, Daniel Rueda. ¿En qué influyó su participación para la difusión de tus trabajos?
- Principalmente en la conciencia de pensar la obra como algo que la gente consume, además él se interesó en mi obra y la expuso. Por parte de él vino también la invitación a eventos donde hay gente importante, de trayectoria, y eso me sirvió mucho.

- ¿Cómo llegás a exponer afuera?
- Principalmente por el contacto con Rueda porque pude exponer en España por un contacto que él tenía y después me relacionó con una galería con la que él trabajó en Punta del Este y con la que yo sigo en relación. Y después también tuvo que ver con conectarme con gente y así poder mandar obras a salones, hacer una muestra en Buenos Aires, hay que estar conectado con el medio.


Autor: Selva Florencia Manzur
Publicado en +Cultura