14 agosto 2010

Mike, ovacionado en su debut teatral en Mendoza

Mike Amigorena se presentó el miércoles por primera vez ente el público mendocino en su faceta de actor y demostró que no es sólo un galán de TV, sino que es dueño de una versatilidad que le permite interpretar un papel desgarrador con el de La noche antes de los bosques.

Se trata de una obra que por momentos hace reír y, por otros, confunde. En esta mezcla de sensaciones consigue que la audiencia siga cautiva hasta que es pronunciada la última palabra del guión.

Es cierto que toda excelente interpretación tiene como base un buen texto, pero en el caso de la obra es posible no irse muy convencido con la historia, pero sí en éxtasis por la interpretación presenciada.

Sobre las tablas del Independencia, Amigorena hizo un magistral uso de sus capacidades, partiendo de un gran uso de la impostación y los cambios en la voz para expresar la esquizofrenia del personaje, hasta una utilización del cuerpo que potenció el valor de las palabras. Es un mérito de la directora, Alejandra Ciurlanti, haber elegido a un actor que pudiera interpretar una canción en francés y emocionar como si se estuviera oyendo a un galo auténtico.

La puesta en escena es otro gran logro de la obra –que en Buenos Aires está en escena desde enero–, ya que con una pantalla circular que rodea al actor se van tejiendo los escenarios que las frases van anunciando. Por esa pantalla desfilaron palabras, imágenes de árboles y luces que danzaban alrededor de la figura de Amigorena.

Con todo, La noche antes de los bosques es una obra para un público muy particular. La historia –si así puede llamársele, ya que no posee un núcleo y un desenlace marcados– comienza cuando un hombre ve a otro en la calle en la noche, bajo la lluvia y le pide que lo acompañe, que no lo deje solo. A los acostumbrados al teatro convencional puede no satisfacerles el no obtener respuestas totales a los enigmas o planteos del único personaje que la historia presenta.

Además, en varias oportunidades, Amigorena habla en francés dejando al gran porcentaje de los espectadores que no entienden el idioma a la deriva por algunos segundos.

A lo largo de la puesta se destacan por lo menos tres leitmotiv: la soledad, la ausencia de la familia y la sensación de ser extranjero en la propia sociedad. La crítica a la sociedad y sus imperfecciones, vicios y degeneraciones es constante y deja al espectador en un estado de hipercrítica ante sus propios actos y de los que es testigo a diario. Esa capacidad la dan las obras de Bernard Marie Koltés, quien se destaca por rescatar lo marginal de la sociedad y convertirlo en arte.

“Nadie puede decir que conoce a alguien hasta que no sabe cómo respira después de coger”, fue una de las frases más fuertes de la noche. Pero lejos de querer escandalizar porque sí, las palabras se conjugan perfecto con el diagnóstico del personaje que Amigorena va escribiendo, como un psiquiatra, sobre el escenario.

Ese perfil es el de un hombre confundido, perdido, por momentos cansado hasta de sí mismo y que se pasa varios minutos reclamando por una mujer que amó en un puente y nunca jamás volvió a encontrar. Si el hombre delira, cuenta una verdad a medias o miente desde la primera palabra, no se sabrá jamás. En esto radica, quizás, la magia de la obra de Koltés y de un gran actor que supo cómo darles vida a sus palabras.

Autor: Selva Florencia Manzur